Golpe militar en Chile (Por El Periodista: Luis Ignacio López )

El 11 de septiembre de 1973, tres años y siete días después del  triunfo electoral de la Unidad Popular, el presidente chileno Salvador  Allende, sitiado en el Palacio de La Moneda por los carros de combate  del Ejército sublevado, recibía un ultimátum para abandonar el poder.   “Defenderé con mi vida la autoridad que el pueblo me entregó”, respondió el presidente, y pocas horas después su cadáver yacía envuelto en una  bandera chilena entre las ruinas de La Moneda.  Con su derrocamiento y  muerte culminaba una conspiración fraguada el mismo día de su triunfo  electoral y se iniciaba una feroz represión que constaría la vida a  miles de chilenos.

Esta es la última fotografía de Allende, armado en el balcón de La Moneda dispuesto a morir en la defensa del cargo que el pueblo le confió

El triunfo de la Unidad Popular

El 4 de septiembre de 1970, las antenas de la diplomacia y el  espionaje internacional se concentraban en un remonto punto del planeta, un país perdido en el continente austral de geografía desgarrada e  historia sorprendente.  Chile era entonces, junto con Uruguay, la  democracia más antigua y sólida de la siempre agitada América del Sur y  proporcionaba al mundo una sorpresa política de escasos precedentes: el  triunfo en la urnas de un candidato presidencial que se proclamaba  marxista y que reunía, en la coalición de la Unidad Popular, a  comunistas, socialdemócratas, cristianos, masones y revolucionarios de  extrema izquierda.  Salvador Allende, viejo lobo de la  institucionalizada izquierda chilena, prometía, aquella noche de la  victoria, la consigna clave de su campaña: una revolución dentro de la  ley. Sergio Onofre Jarpa, líder de la fracción más derechista del Partido Nacional, que intentó mediante una "maniobra legal" impedir el acceso de Allende a la presidencia de Chile

Diez días después del triunfo de Allende, el 14 de septiembre, el entonces presidente norteamericano Richard Nixon y su “cerebro gris” de la política exterior, Henry Kissinger, se reunían en la Casa Blanca con el llamado “comité de los cuarenta”, el Consejo Nacional de Seguridad,  para determinar en secreto la política que cabía seguir ante la  “subversión” legal que habían hecho estallar las urnas chilenas con el  triunfo de la Unidad Popular.  Las decisiones  de ese comité fueron  conocidas años después, por filtraciones y denuncias y, más aún, por los trágicos hechos que pusieron fin a la “experiencia chilena” el 11 de  septiembre de 1973. Presidente de Estados Unidos, Richard Nixon

El primer objetivo era impedir, durante el interregno de la  transmisión de mando  -fijada por la ley chilena el 4 de noviembre,  sesenta días después de las elecciones-, que Allende candidato  triunfante, pero con sólo un 36,30 por ciento de los votos, se  convirtiese en el primer presidente marxista elegido democráticamente en América Latina.  El segundo, en caso de fracasar el anterior, frustrar  mediante presiones económicas su gestión de gobierno y la aplicación de  su programa de nacionalizaciones y reformas sociales.  Y tercero,  apoyar, por todos los medios, a los sectores civiles y militares  opuestos en Chile a la política de la Unidad Popular.

La estrategia del miedo

Salvador Allende con una bandera chilena en la mano saluda al pueblo que lo aclama tras haber alcanzado la investidura presidencial superando la estrategia planteada por la derecha

Los sesenta días transcurridos entre las elecciones y la transmisión  oficial del poder (4 de septiembre a 4 de noviembre) fueron cruciales.   La burguesía alta y media que había votado al anciano candidato  derechista Jorge Alessandri (34,98 por ciento de votos) hacía cola ante  bancos e instituciones de ahorro para retirar sus fondos; las agencias  de viajes -escasas en Santiago- estaban abarrotadas.  Un clima de miedo  irracional se respiraba en la pequeña city de las calles Bandera y  Ahumada.  El gobierno democristiano en funciones guardaba un calculado  silencio.  El ministro de Hacienda, Andrés Zaldívar, “hombre fuerte” del gabinete del presidente Eduardo Frei y del ala derechista de la  democracia cristiana, lo rompió una semana después con un discurso  alarmista, lleno de cifras que sólo aumentaban el artificio del miedo  financiero.  Antes aun de llegar Salvador Allende a La Moneda, el país  ya estaba, según el catastrofista mensaje del ministro, al borde del  caos y la bancarrota.

Gran parte de la derecha chilena sufría entonces – y lo padeció  después – el histórico corsé de una legalidad que tradicionalmente le  había favorecido, pero que ahora, por paradojas del desarrollo cívico,  atentaba contra sus intereses.    Desde Washington, el problema se  comprendía parcialmente, aunque informes de agentes de la compañía  multinacional ITT, trabados entonces en una acción conjunta con la CIA,  llamaban la atención sobre esta peculiaridad de la República de Chile.   En teoría y en contra de la tradición institucional, la ley permitía,  por ejemplo, que el Congreso Nacional no ratificara la victoria  electoral de Allende y diera en cambio, mediante una vergonzante alianza de la derecha (Partido Nacional y Democracia Radical) con la democracia cristiana, la banda presidencial al candidato Jorge Alessandri.

Andrés Zaldíbar, dirigente del ala conservadora del Partido Demócrata Cristiano, que se convirtió en uno de los principales opositores al Gobierno de Allende Allende y Fidel Castro durante la histórica visita del líder cubano a Chile a fines de 1971

El mejor testimonio de este interregno lo constituyen los llamados  “papeles de la ITT”, un paquete de memorandums enviado a Washington por  los agentes Hendrix y Berréeles, que narran los contactos establecidos  con todo tipo de sectores contrarios a Allende, desde los más legalistas hasta aquellos grupos ultraderechistas que habían surgido en plena  campaña electoral bajo los sugestivos nombres de “No entregamos a Chile” (NECH), Grupo de acción anticomunista (Graco) o el más fuerte y mejor  financiado de todos, Patria y Libertad.  En los “papeles de la ITT”  quedaban reflejadas las dudas de Eduardo Frei para apoyar una “maniobra  legal” que cerrase el paso de Allende a la presidencia, las omisiones de Alessandri, viejo líder derechista apegado a la ley, y las agresivas  inquietudes de sectores menos escrupulosos, como los de Sergio Onofre  Jarpa (líder del Partido Nacional y después, en 1982, ministro de  Pinochet) y la ultraderecha radical que acariciaba el golpismo y el  terrorismo como única  alternativa a la Unidad Popular.

El asesinato de un general

La opción terrorista jugó sus por entonces últimos ases el día 22 de  octubre.  Un comando ultraderechista, con el que tenía relación un  general del Ejército, Roberto Viaux, condenado en 1969 por un abortado  intento golpista, dio muerte al comandante en jefe del Ejército, general René Schneider, militar respetuoso de la Constitución y de las  tradiciones legalistas de las Fuerzas Armadas chilenas.  El atentado  conmocionó al país y puso de relieve la profundidad del complot en las  filas de la derecha y la ultraderecha.  Aunque el Gobierno de Frei, aún  en ejercicio, taparon gran parte de las implicaciones de la  conspiración, los servicios montados improvisadamente por los partidos  de izquierda pudieron detectar contactos que llegaban hasta los escaños  de la derecha en el Congreso y hasta la comandancia militar de Santiago.

Una manifestación de apoyo a Allende, contra el fascismo y la guerra civil, que refleja la tensa atmósfera que se vivía en la capital chilena a raiz de la campaña contra la UP

La muerte de Schneider, sin embargo, sobresaltó a la democracia  cristiana y sus líderes abandonaron definitivamente cualquier tentación  de cerrar el paso a Allende.  El partido en el poder abrió entonces  conversaciones con la coalición de Allende y exigió algo también  insólito en la tradición institucional, pero que fue acogido por la  Unidad Popular en vista del dramatismo que había alcanzado el interregno de la transmisión del Gobierno.  Ello fue un cuidadoso estatuto de  garantías que apuntaba fundamentalmente a mantener la actual correlación de fuerzas, beneficiosa a la derecha, en los medios de comunicación, en algunas instituciones estatales y, especialmente, a no alterar la  composición de las Fuerzas Armadas ni crear organismos paralelos de  poder o de milicia.

Aceptado el estatuto, Salvador Allende juró el 4 de noviembre  como nuevo presidente de Chile, en presencia del enviado especial  norteamericano, el secretario de Estado adjunto Charles Meyer, que  manifestó en un voluminoso memorándum que ese día envió Washington su  sorpresa ante el aparente peso de la institucionalidad chilena.

El primer impulso de la Unidad Popular

La primera mitad del año 1971 fue la primavera de la Unidad Popular.  El Gobierno definió de inmediato una nueva política exterior, abrió  relaciones con el prohibido mundo del Este y en especial con Cuba, el  tabú de la diplomacia latinoamericana desde 1962.  Un sector de la  democracia cristiana no ocultaba sus simpatías con el nuevo Gobierno y  otro, encabezado por Bernardo Leighton, no despreciaba la posibilidad de un entendimiento mínimo que permitiese mantener el juego político  tradicional en Chile por encima de cualquier diferencia.  Las primeras  medidas de carácter populista  y la imagen de cambio social que  aseguraba Allende dieron su fruto en las elecciones municipales de abril de 1971; la Unidad Popular logró en ellas aumentar del 36,9 al 50,9 por ciento su representación.  La euforia de la UP parecía  incontrarrestable: en abril era nacionalizado el hierro; antes lo había  sido el carbón, y finalmente, el 11 de julio, mediante un voto unánime  arrancado a la oposición, la riqueza clave, el cobre.

El Congreso estaba entonces dominado por la oposición formada por el mayoritario Partido Demócrata Cristiano y el Partido Nacional, más  algunos diputados de grupúsculos derechistas.  Ninguno se había atrevido a oponerse a la nacionalización del cobre, pero su tenaz resistencia a  todo tipo de intervención de empresas había empujado al Gobierno a  operar a través de los decretos, en medio de un clima creciente de  fintas legales que convertían el momento político en una tensa y  apasionante partida.  La oposición controlaba aún, además del Congreso,  otros poderes del sofisticado aparato institucional chileno y apelaría a la Contraloría General de la República, una especie de cuarto poder en  el complejo tramado del Estado, para frenar las iniciativas de la Unidad Popular.

Un asesinato oportuno

El propio Allende recordaba en sus discursos a mediados de 1971 que  “tenemos el Gobierno pero no el poder”, en un llamamiento especialmente  dirigido a las bases más radicalizadas de la UP y al Movimiento de  Izquierda Revolucionaria (MIR) para recordar las posibilidades y  limitaciones del momento.

Hasta junio de 1971 el Gobierno parecía apresurarse en cumplir lo más posible de su programa,  acudiendo a los referidos resquicios  legales para esquivar la oposición del Congreso.  En las filas de la DC  se producía entonces un doble proceso:  por una parte, las bases más  progresistas se acercaban a la Unidad Popular a través de un partido, el MAPU, que se había escindido de la democracia cristiana antes de las  elecciones; por la otra, la cúpula se radicalizaba más a la derecha y  robustecía sus contactos con el ultra conservador  Partido Nacional y,  mediante vías menos abiertas, con los diversos servicios de espionaje  norteamericanos que operaban en Chile.

La primavera de la UP tuvo su fin brusco el 9 de junio de 1971,  cuando ya en las propias filas de la izquierda se percibía la sensación  de que la ley o el proceso dentro de la ley “había tocado techo”.  En  ese momento crucial, en que el Gobierno tenía ante sí el camino de la  alianza con parte de la oposición u otra estrategia de corte más  radical, un asesinato imprevisto alteró las piezas del delicado juego de ajedrez.  Un grupo ultra izquierdista, el más marginal y despolitizado  de todos, asesinaba a un ex ministro de Eduardo Frei, Edmundo Pérez  Zujovic, responsable en 1969 de una matanza policial en la ciudad sureña de Puerto Montt y hombre clave de la DC en sus relaciones con la  oligarquía criolla encuadrada en el Partido Nacional.  El asesinato  tomaba por sorpresa a todos y  la izquierda necesitó varios meses para  descubrir detrás de la llamada Vanguardia Organizada del Pueblo, autora  del atentado, a los agentes panameños de la CIA que operaban en Chile  desde hacía dos años como falsos delegados de un supuesto movimiento  revolucionario centroamericano.

La muerte de Pérez Zujovic precipitó el fin de la primavera de la UP.  Al mes siguiente, la DC y el Partido Nacional se aliaban, por  primera vez, para presentar un candidato conjunto en una elección  parcial en Valparaíso, y triunfaban.  El impulso inicial de la  experiencia chilena se había agotado; pronto se notaría el alcance del  plan a medio plazo aprobado en noviembre de 1970 por el Consejo de  Seguridad Nacional  de Estados Unidos; de momento, los principales  órganos de la derecha chilena, especialmente El Mercurio, contaban con  ayudas financieras que nunca habían soñado.  La derecha comenzaba a  reponerse del susto y a preparar los entretejidos de una conspiración  contra el Gobierno.

La marcha de las cacerolas

Durante los últimos meses de 1971 y todo el año de 1972 pudo  apreciarse lo que cabría llamar la “vía chilena de la sedición”, en  oposición a la “vía chilena al socialismo” elaborada por Salvador  Allende y la Unidad Popular.  En el tablero podían distinguirse varias  áreas de jugadas de un ajedrez múltiple que abarcaba desde los poderes  del Estado hasta los medios de comunicación, el amplio e incontrolable  campo de la actividad económica, las Fuerzas Armadas, el terrorismo  y  los frentes de masas.

En julio de 1971, el ex presidente Eduardo Frei volvía de una  gira privada por Estados Unidos y rompía un silencio de varios meses  para proclamar con voz grave que “la Unidad Popular camina hacia el  totalitarismo”.  El mismo Frei daba entonces la orden de partida:  “sustituir por la vía legal a la UP”.  En otras palabras, estaba dando  la luz verde para la sedición legal y ello coincidía con la alianza  electoral en Valparaíso entre la DC y el Partido Nacional, que poco  antes había sido su enemigo acérrimo debido a la reforma agraria del  gobierno democristiano.

El alcance del nuevo clima pudo advertirse el 2 de diciembre de  1971.  Durante semanas, la oposición, ya unida en torno a la única  consigna de atacar al Gobierno, había lanzado a través de los medios de  comunicación que controlaba -superiores en distribución a los del  Gobierno- consignas de agitación contra un nuevo problema que había  comenzado a suscitarse sin que el Gobierno hubiera tomado alguna medida  al respecto.  La cuestión tenía relación con el abastecimiento de bienes de consumo.  Misteriosamente habían comenzado a escasear productos como el azúcar, los fósforos, el papel higiénico, el aceite y otros no  fundamentales pero singularmente incómodos para la vida cotidiana.  En  esa fecha no había motivo económico alguno para explicar tan misteriosa  escasez.  Los grandes centros de distribución estaban controlados por  sectores de la burguesía comercial, claramente adscritos al Partido  Nacional, y en absoluto amenazados, ni por el programa de la UP, ni por  la política económica que aplicaba el Gobierno, dirigida exclusivamente  contra grandes monopolios industriales.

El abastecimiento fue sin embargo el estandarte que  aprovechó la oposición para organizar una espectacular marcha de “cacerolas vacías”.  El 2 de diciembre, mientras permanecía en el país Fidel Castro, en una larga visita al Chile de Allende, miles de mujeres del barrio alto de  Santiago marcharon  desde sus chalets hacia el centro de la capital, con cacerolas y banderas chilenas y escoltadas por jóvenes militantes de  Patria y Libertad, provistos de camisas azules, cascos, cadenas y armas  ligeras.  La manifestación culminó en un enfrentamiento abierto con  fuerzas de orden público, sin muertos ni heridos graves como sucedía a  menudo en gobiernos anteriores.  Pero el tornillo de la oposición apretó aún más.  Días después, y por vez primera, la democracia cristiana  accedió a apoyar una acusación constitucional contra un ministro,  táctica que había empleado sin éxito y desde enero de 1971 el Partido  Nacional.  La víctima elegida fue el titular del Interior, José Tohá,  hombre dialogante y moderado que no suscitaba odios en ningún sector y  que tampoco había dedicado a la política sus intereses personales.  Su  brillante defensa de hombre de letras, más que de luchas políticas, no  sirvió de nada en el Congreso.  Tohá fue destituido de su cargo y,  mediante un desafiante enroque del presidente Allende, trasladado a la  cartera de Defensa.  Después del golpe de 1973 fue una víctima del  sadismo militar y murió ahorcado, en el hospital castrense de Santiago,  tras varios meses de prisión.  La versión militar fue “suicidio”.

La escalada de la sedición

La derecha chilena puso en acción su dispositivo sedicioso  después  de la “marcha de las cacerolas”.  El 6 de marzo de 1972, un almuerzo  campestre reunía en una hacienda de las afueras de la capital a los  representantes más conspicuos de las patronales de la industria, el  comercio y la agricultura, al presidente del Senado, el democristiano  Patricio Aylwin, al de la Corte Suprema, el conservador Enrique Urrutia,  a  dirigentes del Partido Nacional como Jaime Guzmán, vinculado con el grupo Patria y Libertad y posteriormente asesor clave del régimen del  general Pinochet, al sacerdote del Opus Dei José Miguel Ibáñez, animador del círculo estudiantil anticomunista Fiducia, al subdirector del  diario El Mercurio y a otros destacados personajes de la derecha chilena incluyendo a dirigentes del ala conservadora de la DC como Andrés  Zandívar y Rafael Moreno.

El “almuerzo campestre” culminó en un documento público que  convocaba a “las fuerzas vivas de la nación” a afrontar “los peligros  con que el marxismo amenaza nuestra convivencia democrática” y daba  algunas pautas de la estrategia general acordada por la derecha  finalmente unida.  Tales pautas pasaban por la formación de frentes  vecinales de “resistencia” y de agrupaciones gremiales que debían  ponerse en pie de guerra contra el Gobierno.  El caballo de batalla  institucional lo constituían, según lo expresaba el documento,  el  Congreso dominado por la oposición y el Poder Judicial,   fundamentalmente conservador.

El ala más radical de la sedición tomaba entre tanto sus medidas  prácticas.  El poderoso industrial y senador nacional Pedro Ibáñez,  financiero y solapado inspirador de Patria y Libertad, tomaba contacto  con la llamada Liga de Acción Anticomunista, dirigida por el brasileño  Aristóteles Drummond, para conseguir un ayuda que el diario  norteamericano Washington Post valoró posteriormente en ocho millones de dólares.  Miles de armas entraron a Chile en el primer semestre de  1972, camufladas en envíos de maquinaria brasileña a las industrias del  grupo de Pedro Ibáñez, y varios centenares de jóvenes de Patria y  Libertad viajaron a Brasil para entrenarse con los comandos  paramilitares de Drummond, más conocidos como los siniestramente famosos “escuadrones de la muerte”.

Otro empresario brasileño, Glycon de Payva, jugó un importante  papel en la “conexión carioca” de la subversión contra el Gobierno de  Allende.  De Payva se entrevistó en julio de 1972 con el presidente de  la patronal chilena, Orlando Saenz, para aconsejar, según reconoció más  tarde al Washington Post, “cómo debían actuar los civiles para preparar  las condiciones para el golpe militar.  La receta existe y se puede  hornear la torta cuando se quiera”.

La “receta para civiles” -aplicada en Brasil en 1964 y en  Indonesia en 1965 – fue aplicada paso a paso.  A través de la democracia cristiana (pese a las vacilaciones de algunos de sus sectores) y del  Partido Nacional se estructuró entre abril y agosto de 1972 un frente de Juntas de Vecinos que constituyó la primera plataforma de masas de la  clase media que se alejaba a paso rápido de la influencia del Gobierno.   Patria y Libertad supo infiltrarse en esta estructura -con la ayuda  del Partido Nacional – y promovió un organismo de Protección de la  Comunidad (Proteco), estructurado con disciplina paramilitar como un  verdadero poder vecinal armado.  Su propaganda y guía de instrucciones  comenzaba con la frase “en caso de asalto de hordas marxistas…”.

La huelga de los camiones

Cientos de camiones concentrados en las inmediaciones de Santiago durante la huelga de los transportistas

Después de varias semanas de presiones y manifestaciones de  violencia, el aparato subversivo de la burguesía chilena se dispuso en  el mes de octubre de 1972 a librar una batalla decisiva.  El día 6 de  octubre, el presidente del Senado, Patricio Aylwin, en nombre de la  institución y de su partido, el Demócrata Cristiano, proclamaba que  “Allende ha violado todos los compromisos contraídos”, al mismo tiempo  que la Cámara Alta calificaba al Gobierno como “fuera de la ley”.

El ambiente estaba suficientemente caldeado en las calles con una larga huelga de los estudiantes secundarios controlados por la  democracia cristiana y con las consignas subversivas lanzadas desde las  emisoras de radio y la prensa, mayoritariamente en manos de la derecha,  que predicaban la “desobediencia civil”.  Cada noche sonaban cacerolas  en los barrios altos de Santiago, santuario de la alta y media  burguesía, mientras se sucedían las provocaciones a las Fuerzas Armadas, invitándolas a intervenir contra el Gobierno.

La situación económica se había deteriorado entretanto hasta  extremos insostenibles para el funcionamiento del país.  Desde hacía  varios meses desaparecían de los mercados y almacenes diversas  mercaderías básicas que reaparecían en puestos clandestinos de venta a  precios donde se centuplicaba su valor oficial.  Las Juntas de  Abastecimiento (JAP) promovidas por el Gobierno no lograban resolver el  problema; la distribución, como la mayor parte de la producción,  continuaba, pese a las intervenciones de industrias, en manos de  propietarios que actuaban abiertamente en el dispositivo sedicioso de la oposición.  Desde el exterior,  los bancos norteamericanos bloqueaban  créditos indispensables para la compra de recambios y ello acentuaba la  parálisis productiva, el mismo tiempo que la especulación del mercado  negro disparaba la inflación.

El 8 de octubre, un tribunal de París decretaba el embargo de una carga de cobre chileno, en virtud del proceso iniciado por la compañía  Kennecott contra el Gobierno de Chile por la nacionalización de sus  yacimientos cupríferos.  Dos días después, la red de gremios patronales, estructurada desde marzo de 1972, ordenó un paro total e indefinido del transporte y del comercio.  El país quedó paralizado.

La huelga de camioneros, financiada desde Estados Unidos, duró  hasta fines de octubre y provocó pérdidas de alrededor de un millón de  dólares.  La respuesta del Gobierno y de los partidos de izquierda se  apoyó en una movilización masiva de sus bases para mantener, dentro de  lo posible, el abastecimiento mínimo en las ciudades.  Gran parte de las provincias fueron declaradas en estado de emergencia y puestas bajo  control de las autoridades militares, que intervenían por primera vez en el proceso, paradójicamente a favor del régimen constitucional.

La huelga no logró derrumbar al Gobierno de Allende y robusteció  en cambio la capacidad de acción de los partidos de izquierda, que  reforzaron sus dispositivos de seguridad y sus precarios aparatos  paramilitares.  Un número importante de industrias fueron ocupadas por  sus trabajadores de forma espontánea y éstos organizaron “cordones  industriales” en las barriadas obreras, dando así origen a nuevos  organismos de masas no previstos en el esquema inicial del programa de  la Unidad Popular.

A fines de octubre, la oposición advirtió que había llegado hasta el techo de sus posibilidades en esa brutal prueba de fuerza y abrió,  una vez más, la posibilidad del diálogo a través de los sectores más  moderados y democráticos de la DC.  Allende puso punto final a la crisis con una medida audaz.  El 2 de noviembre, nombró ministro del Interior  al comandante en jefe del Ejército, el general Carlos Prats, un militar  decididamente institucional que se comprometía a “asegurar la paz social del país y garantizar las elecciones que debían celebrarse en marzo de  1973 para renovar a los miembros del Congreso.

Las últimas elecciones

El presidente Salvador Allende durante un acto previo a las elecciones parlamentarias de 1973

Las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 no rompieron el  peligroso empate político que dividía al país en dos fracciones  enconadas y cada vez más dispuestos a buscar una salida violenta.  La  Unidad Popular, aunque subió su porcentaje electoral, en relación a las  presidenciales de 1970, de 36,30 a 43,40 por ciento, no logró la mayoría indispensable para empujar sus proyectos de ley  y la reforma  constitucional con que pretendía acelerar los cambios estructurales  anunciados en su programa.  La oposición, a su vez, reunida en una  Confederación para a Democracia, estructurada en base a democristianos y conservadores, obtuvo un 54,70 por ciento que le permitía bloquear  leyes, pero no exigir un plebiscito o acusar constitucionalmente al  presidente de la República, para lo que según la ley se precisaba un  quórum de dos tercios del Congreso.  La imposibilidad de un  “derrocamiento legal” del Gobierno -como pretendía el líder de la DC,  Eduardo Frei- dio pie a reforzar el peso de la ultraderecha en las filas de la oposición.  Desde ese momento, la radicalización del proceso  -tanto en la izquierda como en la derecha- era inevitable.

Las revelaciones posteriores al golpe de Estado de 1973 pusieron  de manifiesto que precisamente en marzo se habían iniciado los contactos entre los sectores progolpistas de la oposición y círculos de las  Fuerzas Armadas, entre los que contaba el general Pinochet, entonces  segundo hombre del Ejército y supuestamente leal al régimen  constitucional.  El llamamiento a las Fuerzas Armadas era cada vez más  público por parte de la derecha, especialmente el ala “dura” del Partido Nacional y Patria y Libertad, que proclamaba la necesidad de “acabar   con el ‘Estado liberal'”.

El empate social acentuaba también las diferencias en las filas  de la Unidad Popular y de toda la izquierda.  Dentro de la coalición del Gobierno, sectores del PS, del partido MAPU y de la Izquierda Cristiana coincidían con el MIR en la necesidad de “avanzar” rápidamente en el  proceso para decantar definitivamente la situación a favor de un cambio  revolucionario radical.  Allende, otro sector del PS, radicales y el  poderoso PC defendían en cambio la cautela de “consolidar” lo logrado y  establecer cuanto antes un acuerdo con los sectores moderados de la DC,  tal como se había intentado sin éxito en 1971 y en  1972.  El Gobierno,  sin embargo, era consciente de que aún faltaba por entrar en el juego el factor decisivo de cualquier enfrentamiento definitivo: las Fuerzas  Armadas.  La propaganda creciente de la derecha en los cuarteles no  pasaba inadvertida.

El ensayo del golpe

Elocuente imagen del Ejército de Chile que tras derrocar al presidente Allende desató una feroz represión contra gran parte del pueblo andino

El 29 de junio, el factor militar tuvo su primera entrada en el  juego.  A las ocho de la mañana, un grupo de ocho tanques del regimiento de Blindados Número 2, de Santiago, irrumpía en el Barrio Cívico y  cercaba el Palacio de La Moneda.  El autor del audaz golpe era el  comandante Souper, estrechamente vinculado a Patria y Libertad.  Su  acción duró sin embargo pocas horas y se rindió, después de un activo  intercambio de disparos, al general Prats que acudió personalmente a  desautorizar la rebelión.  De todos modos, las cartas militares ya  estaban echadas con el “tanquetazo” de junio.  Pese a las presiones de  las bases de la UP, que exigían una “limpieza” de las Fuerzas Armadas,  el Gobierno reaccionó con cautela y mantuvo abiertas las puertas del  diálogo, al mismo tiempo que nombraba un nuevo gabinete de corte  claramente moderado.

Durante  varias semanas, el diálogo con la DC mantuvo en suspense a los grupos protagonistas de la verdadera guerra civil política que  vivía el país.  Finalmente, el 27 de julio, la DC rompía la baraja -pese a los esfuerzos de su ala moderada – y exigía a Allende la formación de un Gobierno Militar.  El mismo día, Patria y Libertad llamó a través de los micrófonos de Radio Agricultura, a “la unidad de Chile para  derrocar a Allende”.  El camino del golpe estaba abierto.

El golpe de Estado

Los acontecimientos se precipitaron en las semanas siguientes.   Nuevamente los “gremios” controlados por la derecha y asistidos  militarmente por las “centurias” armadas de Patria y Libertad decretaron una huelga.  Los trabajadores de la mina de El Teniente mantenían a su  vez una larga huelga que había polarizado la actividad de masas de la  oposición, en combinación con las federaciones estudiantiles controladas  por la DC o el Partido Nacional.  Las calles de la capital se  convirtieron en escenario cotidiano de enfrentamientos entre Patria y  Libertad, MIR y la Policía, al mismo tiempo que la organización de Pablo Rodríguez realizaba atentados contra instalaciones eléctricas que  dejaron a oscuras a varias ciudades.

La decantación del Ejército ya era visible desde los primeros  días de agosto.  En Punta Arenas, primero, y luego en Santiago y  Concepción, los jefes militares de plaza ponían en vigor una ley de  control de armas que solo fue efectiva para incautar los arsenales de  los partidos de izquierda y de los sindicatos.  Los sondeos que hacía  discretamente el Gobierno revelaban ya que el número de generales leales al régimen estaba en minoría.  Carlos Prats, comandante en jefe y  cabeza visible del sector institucional, se convirtió en el blanco de  ataques públicos de la oposición.  Finalmente, una marcha de esposas de  oficiales, que desfilaron ante su casa insultándole y pidiendo su  dimisión, le obligó, el 23 de agosto, a dejar su cargo y pasar a retiro.  El último obstáculo para el golpe había desaparecido.  A la izquierda, desangrada en sus propias luchas intestinas, sólo le quedaba esperar el desenlace.

Éste  llegó la madrugada del 11 de septiembre.  Tropas de  Infantería de Marina, que realizaban maniobras con las naves  norteamericanas del proyecto UNITAS, ocuparon a primeras horas el puerto de Valparaíso.  Al mismo tiempo, a las 4 de la madrugada, un regimiento de infantería se dirigía hacia la capital desde la vecina ciudad de los Andes, mientras un comando detenía en su domicilio al general Prats, ya retirado, pero aún con influencia suficiente en las Fuerzas Armadas.  A las siete, el presidente Allende recibía información en su residencia  de la calle Tomás Moro y una hora después salía con su escolta hacia el  Palacio de La Moneda.  A las ocho de la mañana, la casa de Gobierno  estaba ya rodeada de tanques y se escucharon los primeros disparos.  A  través de la radio, los tres comandantes en jefe de Ejército, Marina y  Aviación anunciaban que el Gobierno legal había sido derrocado.

A esa hora, las escasas fuerzas leales al Gobierno habían sido  neutralizadas en los propios cuarteles; el presidente sólo disponía de  su escolta y algunos miembros de la policía civil.  A través de las  emisoras que aún permanecían en manos de la izquierda leyó su último y  dramático mensaje, anunciando inequívocamente que “no saldré de La  Moneda, no renunciaré a mi cargo y defenderé con mi vida la autoridad  que el pueblo me entregó”.

Los generales conjurados replicaron con un ultimátum, mientras  aviones Hawker-Hunter de la Fuerza Aérea realizaban amenazadores vuelos  rasantes sobre el palacio.  Por las ventanas del edificio, los jóvenes  de la escolta presidencial asomaron las bocas de sus metralletas y de  dos ametralladoras punto cincuenta.  Los tanques ya habían disparado  sobre la enorme puerta colonial del palacio y se sucedían las ráfagas de fusiles automáticos.

A las 11 y 3 minutos de la mañana, comenzó el bombardeo aéreo.   En esos momentos, los golpistas controlaban todas las ciudades del país y se registraban sólo combates esporádicos en los “cordones industriales” de la capital y en puntos dispersos.  La izquierda no disponía de hecho de ninguna fuerza armada suficiente para enfrentarse a un ejército  profesional.

A las trece horas, las paredes de La Moneda humeaban a través de  los agujeros provocados por los cohetes de la Fuerza Aérea y los  proyectiles de los tanques Sherman.  Allende, protegido con un casco y  armado con un fusil Kalachnikov que le había regalado Fidel Castro  durante su visita a Chile en 1971, recorría el palacio en busca de  municiones y armas y organizaba una defensa desesperada.  Su asesor de  prensa, Augusto Olivares, herido por una bala, había muerto debido a un  segundo impacto.  Sólo quedaban vivos algunos jóvenes de la escolta que  fueron testigos del último combate del “compañero presidente”.

Allende cayó herido mortalmente a las 14.15 horas.  Quince  minutos después, las tropas asaltantes encontraron su cuerpo en un sofá  de su despacho, envuelto en la bandera chilena.  A su lado estaba el  fusil con que defendió hasta el último minuto el cargo que “el pueblo me ha dado”.

El dictador Pinochet y sus colaboradores en el aniversario del golpe

Anuncian nuevas destituciones de funcionarios a través de Misión Eficiencia o Nada‏

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El ministro para el Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno, M/G Wilmer Barrientos, anunció este lunes la destitución del presidente de Ferrominera, el presidente de la empresa Dianca, la coordinadora estatal de Mercal-Cojedes y el gerente de Abastos Bicentenario de Plaza Venezuela (Caracas), por incumplimiento de sus funciones.

Durante el inicio del III Curso de Inspectores Socialistas de la Misión Eficiencia o Nada, en la ciudad capital, el alto funcionario informó que también se realizó la intervención del Hospital Periférico de Coche, la destitución del presidente de Proesca y se inició el proceso de auditoría a la empresa contratista I.P.C Instalaciones, “responsable de la construcción del Museo Nacional de la Historia y Cultura”.

“Hemos tenido que desprendernos de algunos gerentes que no han seguido el principio ético de la honestidad”, dijo.

Fuente:Fidel Vasquez

 

Hace un año el Comandante Chávez inició la épica travesía de Sabaneta a Miraflores

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Este primero de octubre se cumple un año del inicio del recorrido que se trazó el máximo líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, para cerrar la campaña electoral presidencial de 2012. De Sabaneta a Miraflores, tituló el Comandante a ese remate prodigioso, por siete estados y el Distrito Capital, que abrió paso a la victoria del 7 de octubre.

Barinas, Portuguesa, Cojedes fueron las regiones escogidas para el arranque del tramo final de la campaña. La primera estadía fue Sabaneta de Barinas (lunes, primero de octubre). Allí el Comandante visitó su casa, el terruño donde acumuló sus recuerdos de infancia y el pueblo del que brotó ese espíritu que lo convirtió en un líder revolucionario y bolivariano.

A su paso, los habitantes de la tierra que lo vio nacer una noche de aguacero feroz le recordaban anécdotas, amigos y lugares; un cúmulo de experiencias que configuraron el carácter del veguero de Sabaneta, el mismo que vendía las “arañitas” de su abuela y las regalaba a las muchachas bonitas del pueblo.

Ese lunes de octubre, Chávez también comparaba su Sabaneta natal, austera y precaria, con la que se había conformado en los últimos años: “se ha venido convirtiendo en el epicentro de un gran proyecto, de un gran eje de desarrollo que ya está a la vista, que ya nació en una primera etapa”.

“Estos eran unos pueblos que estaban como congelados”, decía el Comandante mientras contaba que había tenido que irse a Barinas, a los 12 años, para poder terminar sus estudios porque, allí en su pueblo, no era posible: “De cada 100 muchachos, ni diez lográbamos seguir la secundaria”.

“Pero uno nunca se fue. Yo siempre vine, iba y venía, iba y venía, y sobre todo siempre me gustó, me ha gustado, cada vez que yo presiento grandes acontecimientos, venir a Sabaneta, alimentarme de sus calles, de su esencia, de sus gritos, de su alegría, de mis amigos más amigos, de la infancia”, explicaba el líder de la Revolución Bolivariana a los periodistas que trataban de llevarle el paso en medio de la caravana.

Al hacer referencia a la importancia del estado Barinas como territorio global del epicentro que significa Sabaneta, Chávez comentó en ese momento los grandes proyectos de exploración petrolera que fueron abandonados por la vieja Pdvsa y que ahora se retomaban al fragor de la Revolución.

El comandante se refería con especial entusiasmo al gran poliducto que atravesará las geografía barinesa para integrarse al oleoducto de la Faja Petrolífera del Orinoco: “De allá de Caicara-Cabruta va a cruzar por toda esta tierra de Barinas hasta la Refinería de Santa Inés, y por ahí nos vamos a ir después en un gran oleoducto que va a cruzar los llanos de Colombia hacia Villavicencio, y luego hacia el Pacífico. En ese proyecto, hace poco lo conversé una vez más con el Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y China está muy interesada en eso, porque por ahí queda directo China, el gigante del siglo XXI”.

Entonces, destacó Chávez, “Barinas es como epicentro de un gran proyecto de la gran potencia que va a ser Suramérica, y de la potencia que va a ser Venezuela, y sobre todo en este próximo ciclo vamos a acelerar la construcción de la potencia en Barinas, de la potencia venezolana”.

Concluido su paso por el estado Barinas, ese mismo día el Jefe de Estado debía pasar por los estados Portuguesa y Cojedes.

En San Carlos ratificó el potencial agroindustrial que representan los estados Barinas, Portuguesa y Cojedes para impulsar el desarrollo económico de la Revolución Bolivariana durante el período de Gobierno (2013-2019), y así lograr la tan ansiada soberanía alimentaria.

El Comandante también reiteró su compromiso con el derecho del pueblo de tener hogares dignas. “Cuando termine el próximo período de Gobierno, en 2019, no debe quedar ni una sola familia cojedeña sin su vivienda digna y propia, (que no quede) ni una sola familia venezolana sin su vivienda”. Con ese mismo ahínco, Chávez enfatizó que la Revolución debe crecer junto a la creación de nuevas escuelas y universidades.

Yaracuy

“¿Ustedes creen que un gobierno burgués mantendría la Misión Sucre, la Misión Barrio Adentro, Mercal o Pdval?”, fue una de las preguntas que hizo Chávez durante su alocución del martes 2 de octubre, desde el estado Yaracuy, en la que resaltó aspectos importantes de la Revolución y logros alcanzados en materia social.

Chávez hizo una comparación con la Cuarta República en el acceso a la educación, y recordó que 14 años atrás, Venezuela apenas tenía 600.000 estudiantes en las aulas universitarias, mientras que en la actualidad, la Revolución ha logrado democratizar la profesionalización, al tener más de 2.000.000 de estudiantes en las universidades del país.

En torno a la alimentación, recordó que en la Venezuela gobernada por los partidos del Pacto de Punto Fijo, “los niños se morían de hambre, comían perrarina y agua de arroz en lugar de tetero”. En cambio, destacó que en Revolución existe la Misión Mercal y Alimentación, que han logrado “según el último censo que se ha hecho, que 98 % de los venezolanos coma por lo menos tres veces al día. Se acabó el hambre en el país”.

En materia de salud, Chávez se refirió a la construcción de 20 hospitales en toda Venezuela desde la llegada del gobierno Bolivariano, la edificación de 11 nuevos nosocomios y, como propuesta para el nuevo período, planteó la creación de 10 nuevos centros especializados de atención sanitaria.

La instrucción era clara, la etapa que iniciaría después del 7 de octubre era “un gobierno mucho más eficiente, para solucionar los problemas, desde los más grandes hasta los más pequeños”.

Lara

El mismo martes, en Barquisimeto, estado Lara, el candidado socialista seguía trazando el rumbo de Sabaneta a Miraflores, ese que lo llevó a la victoria contundente del 7-O. En la entidad noroccidental, Chávez llamó a la juventud a construir la patria del siglo XXI: “Vayan, pues, tomando la riendas del futuro, no permitamos que les roben el futuro, sería un verdadero desastre”.

Chávez le garantizó al pueblo de Lara que en el próximo ciclo presidencial la Revolución Bolivariana continuaría los trabajos para activar el Sistema Integral de Transporte Masivo de Barquisimeto (Transbarca), obra que ya fue puesta en marcha por el presidente Nicolás Maduro, quien sigue el legado de Chávez.

“Ese proyecto (Transbarca) ha sido en verdad un karma, pero hay que terminarlo pronto porque le hace falta al pueblo de Barquisimeto; y el ferrocarril de Barquisimeto a Puerto Cabello para unirlo con el centro del país y con Los Llanos”, comentó ese día Chávez en Lara.

Después del 7 de octubre los venezolanos “tendremos más Venezuela, más democracia, más Poder Popular, más desarrollo, más alimentación, más viviendas, más salud, más educación, más trabajo, es decir, más patria”, dijo en esa oportunidad.

Carabobo

Desde tempranas horas del 3 de octubre, los militantes que esperaban al candidato socialista tomaron la avenida Bolívar de la ciudad de Valencia, en el estado Carabobo. “Valencia se desbordó, todos estos barrios, llegó la avalancha de Chávez”, comentó el líder revolucionario en el inicio de su discurso.

Ese día, uno antes del cierre definitivo de la campaña en Caracas, Chávez recordó a la multitud la importancia de los planes sociales que en materia de educación, salud y vivienda estaban en juego por las elecciones presidenciales.

Manifestó su propósito de bajar a cero las cifras de desempleo, y se comprometió a hacer todo lo posible para “que todo joven venezolano tenga un empleo digno”.

De igual forma, ratificó el carácter antiimperialista de la Revolución y destacó la importancia de reforzar la independencia de Venezuela: “Más nunca seremos una colonia Yanki”.

Aragua

“La avalancha chavista sigue creciendo por todos lados. El jueves todo el mundo pa’ Caracas y el domingo todo el mundo a votar por Chávez”, dijo el candidato tras su llegada a la ciudad aragueña, la tarde del 3 de octubre.

“Al país lo veo en avalancha y una gran pasión desatada y eso es producto del país nuevo, la democracia nueva, de un pueblo que resucitó como Lázaro, que ha venido cobrando conciencia”, agregó en medio de una multitud que no escatimó las horas de espera, ni el calor, ni el cansancio, para corear junto al líder bolivariano una consigna que auguraba la victoria.

“Hay un solo grito que se oye por toda Venezuela: ¡Gana Chávez el 7 de octubre! Eso nada ni nadie podrá evitarlo; está escrito ya”, expresó en esa oportunidad.

Las siete avenidas de Caracas

El día del esperado cierre de campaña había llegado. Era 4 de octubre, caía la tarde caraqueña y el cielo estaba frisado de gris tormenta. Se trataba del tradicional Cordonazo de San Francisco, que aparece cada año para bañar a Caracas con una intensa lluvia.

Es jueves, el santo volvió a sacudir las nubes. “Hemos sido bañados por el agua bendita del cordonazo de San Francisco”, dijo el candidato socialista desde el final de la avenida Bolívar, una de las siete vías de la capital que se vieron repletas y teñidas de rojo por la avalancha revolucionaria. Las otras fueron las avenidas Universidad, México, Lecuna, Fuerzas Armadas, Urdaneta y Baralt.

Chávez, bajo el fuerte aguacero, sentenció: “Está en juego la vida de Venezuela. En nuestras manos no se va a perder la vida de la patria, estoy completamente seguro”.

El entonces aspirante a la reelección destacó que el triunfo la Revolución había representado las bases del futuro para la Patria: “Aquí hace veinte años había hambre, pobreza y miseria, pero dentro de seis años debemos estar en primer lugar en el mundo en educación, salud, vivienda, alimentación, trabajo. Por eso estamos hablando de que la vida de la patria es lo que está en juego”.

“Todo el mundo a votar por Chávez el 7 de octubre. ¡Va a ser una gran victoria, la victoria bolivariana, la victoria popular!”, sentenció Chávez, quien tres días después sería reelecto como Jefe de Estado al obtener un total de 8 millones 136.637 votos a su favor.

Chávez Vive, la Patria Sigue.

Publicado por Fidel Ernesto Vásquez I, en 30 septiembre 2013

 

Presidente Nicolás Maduro entregó a Diosdado Cabello el Plan de la Patria 2013-2019 (+Video)

http://youtu.be/3I9tqv69azU

El presidente de la República, Nicolás Maduro, entregó oficialmente la propuesta del Plan de la Patria, que corresponde al periodo 2013-2019, al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.

“Voy a hacer entrega, de acuerdo a nuestra Constitución bolivariana y a nuestro mandato, que me obliga como Jefe de Estado y de Gobierno, a entregar el Plan Nacional de la República para (estos 6 años), 2013-2019, ante la Asamblea Nacional para que se discuta y se apruebe en el tercer trimestre de este año”, indicó el Mandatario durante un acto por el bicentenario de la Batalla de Bárbula, desde el estado Falcón.

Maduro, a través de una transmisión por Venezolana de Televisión, entregó el Plan de la Patria junto con una carta “muy sentida y de gran inspiración”.

En su discurso, sostuvo que queda a “disposición” de la Asamblea Nacional para asistir en cuanto antes y explicar al país el plan, sus cinco objetivos históricos, y cada uno de los detalles de cada programa; así como también, las metas específicas para “convertir a nuestra patria en un país potencia”.

Además, indicó que dicho proyecto contiene las “grandes misiones para el nuevo modelo social“, por lo que aseguró que “sobre la marcha, consolidaremos, con el Plan de la Patria, las grandes misiones que protegen al pueblo venezolano y que demuestran de manera temprana lo que es el socialismo y la superioridad física, política y material para vivir entre hermanos y en el amor, con unidad y patria libre”.

Seguidamente, el Jefe de Estado, se dirigió a los militares a expuso que en el Plan de la Patria, estarán las metas específicas para convertir a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en una “poderosa” fuerza militar “moderna, avanzada, desplegada por los cuatro puntos cardinales de la patria”.

Asimismo, añadió que el proyecto entregado hoy significa “la independencia, la unión de América Latina y el Caribe, con la Venezuela de paz, potencia del siglo XXI”, aunque advirtió que hay un plan contra el país.

Fuente: Fidel Vasquez

El presidente Nicolás Maduro expulsa a tres diplomáticos estadounidenses por sabotaje contra la patria (+Video)

http://youtu.be/yeAfego1qdc

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, expulsó este lunes a tres funcionarios del Gobierno de Estados Unidos del territorio nacional por estar incursos en actos de conspiración y sabotaje contra el país.

Desde el estado Falcón, donde ofreció un discurso ante la brigada Atanasio Girardot, dijo que Kelly Keiderling, Elizabeth Hunderland y David Mutt “tienen 48 horas para irse de este país” y reiteró que el Ejecutivo no permitirá actos de inestabilidad contra la patria.

“Fuera de Venezuela, yankee go home. Ya basta de abusos contra la dignidad de una patria que quiere paz. Fuera de aquí. No vamos a permitir que venga un Gobierno imperial a traer dinero y a ver cómo paran empresas básicas, cómo quitan la electricidad para apagar toda Venezuela”, añadió el mandatario nacional.

Maduro mencionó que posee pruebas que involucran a los funcionarios de la embajada estadounidense en Caracas en el sabotaje contra la economía nacional y el sector eléctrico.

Asimismo, dijo asumir la responsabilidad por estas expulsiones así como por las próximas acciones que emprenda “para defender la dignidad y la paz del pueblo de Venezuela”.

El Jefe de Estado señaló que pedirá a los órganos de justicia que actúen frente a los cómplices de estos norteamericanos, muy activos en particular en el estado Bolívar, en la zona sur del país, donde se asientan las empresas básicas de Guayana.

Asimismo, apuntó que estos norteamericanos se han reunido con dirigentes sindicales y políticos de la derecha, específicamente del partido Primero Justicia “y otros que se ponen la boina roja (de la revolución) y están por debajo dándole puñaladas a la patria. Muy atentos para ver cómo sabotean Sidor (Siderúrgica del Orinoco), las empresas del aluminio y el sistema eléctrico”.

Instó a todo el pueblo y a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) a estar alerta ante los intentos de sabotaje y subrayó que el órgano castrense ha fortalecido el sentido patriota y mantiene su esencia antiimperialista.

“Que nadie se vaya a prestar jamás para romper el juramento sobre la patria; jamás, compañeros de nuestra heroica Fuerza Armada. Las armas de la República son para defender la independencia e integridad del pueblo, para defendernos de los imperios que nos puedan agredir, para proteger al pueblo. Esta Fuerza Armada más nunca va a ser cancerbera de la burguesía”, apuntó.

Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria

Para continuar reforzando la defensa de la nación, el presidente Maduro anunció la creación del Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria (Cesppa), que dependerá directamente del Jefe de Estado y se encargará, entre otras cosas, del fortalecimiento de la inteligencia estratégica y política.

Este centro estará bajo el mando del mayor general Gustavo González López, quien hasta ahora se ha desempeñado como secretario de la Unidad de Seguridad e Inteligencia del Sistema Eléctrico.

“Es un centro que va a funcionar al lado del Presidente de la República, y que va a recibir de manera tributaria el trabajo extraordinario que todos los días hacen todos los órganos de análisis, de investigación y de seguridad nacional”, dijo.

Plan de la Patria 2013-2019 a presidente de la AN

Durante la actividad de este lunes, el mandatario entregó el Plan de la Patria 2013-2019 al presidente de la Asamblea Nacional (AN), Diosdado Cabello, para su posterior discusión y aprobación durante el tercer trimestre de este año en el Parlamento venezolano.

Añadió que expondrá y defenderá el plan, que debe ser aprobado como programa de Gobierno, una vez la AN solicite su presencia en la sede el Poder Legislativo, en Caracas.

Maduro resaltó que Venezuela ha avanzado en los cinco objetivos históricos planteados en el Plan de la Patria, a través de las misiones y grandes misiones.

Refirió que las ideas de lucha independentista fueron rescatadas y traídas al presente por el liderazgo del comandante Hugo Chávez, el Proyecto Nacional Simón Bolívar y la Revolución Bolivariana y socialista del siglo XXI.

El Plan de la Patria 2013-2013 reúne la opinión de las mujeres de la patria, a través del Plan para la Igualdad y Equidad de Género “Mamá Rosa”, sometido a discusiones en mesas de trabajo, en las que también alzaron sus voces grupos de la sexodiversidad. Otros temas como la lucha contra la corrupción también se contemplan en este plan.

Asimismo, Maduro mencionó que las ideas más avanzadas de esa época histórica son las que están articuladas en el pensamiento histórico del líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez.

“En el Plan de la Patria (2013-2019) están recogidas las ideas de lo que fuimos, las aspiraciones postergadas y traicionadas de hace 200 años”, agregó.

La independencia continúa

El presidente Maduro sostuvo este lunes, al conmemorarse los 200 años de la Batalla de Bárbula, donde se inmoló el héroe Atanasio Girardot, en el estado Falcón, que “está intacta la lucha de hace 200 años”.

Recordó que hace 200 años se enfrentaron dos modelos: un modelo imperial de un ejército racista y asesino que despreciaba al pueblo, el cual fue detenido por la fuerza de otro ejército con nuevos valores de respeto al pueblo, “un pueblo hecho ejército y una república hecha en armas”.

Agregó: “Hace 200 años nacimos así y esa es la marca eterna, republicana, antiimperialista, antioligárquica que rescató el comandante Hugo Chávez para la historia y son los valores que tenemos que garantizar que prevalezcan”.

Este lunes fue reabierto el viaducto La Cabrera (Sentido Valencia-Maracay)

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El ministro para Transporte Terrestre, Haiman El Troudi, informó que este lunes en la mañana fue reabierto el paso por el Viaducto La Cabrera, sentido Valencia-Maracay, luego de que culminen los trabajos de rehabilitación de la estructura vial.

Durante un contacto informativo transmitido por Venezolana de Televisión, El Troudi detalló que en La Cabrera se realiza una recuperación de las capas de rodamiento.

“Este viaducto fue construido hace más de 50 años y en el momento de su construcción las normas venezolanas que regían la construcción de vías eran distintas a las que rigen hoy en día. El peso máximo de carga que era permitido para transitar en las vías era de 20 toneladas, actualmente es permitido transitar con 40 toneladas de carga”, comentó.

Indicó que el diseño de La Cabrera no permitía el soporte de más de 20 toneladas de carga por lo que “fue necesario acometer una labor de reforzamiento estructural de las fundaciones y los pilotes, es decir, las fundaciones con las cuales se apoya este viaducto tenían un profundidad de 15 metros, ahora las hemos llevado hasta 30 metros de profundidad”.

“Una vez finalizada estas labores de rehabilitación de la parte superficial podemos decir que tenemos viaducto de La Cabrera por 100 años más”, agregó el ministro.

Tomado de: AVN

Esta es la encargada de negocios de EEUU en Caracas expulsada hoy por Venezuela

KellyKeiderlingLa funcionaria diplomática de los EEUU, Kelly Keiderlang, cuya expulsión  ordenó hoy el presidente venezolano, se desempañaba como encargada de negocios en Caracas y por tanto era la máxima representante del gobierno estadounidense.

Una rápida revisión en la web permite localizar a una diplomática con una activa participación en la vida política, cultural y académica del país. Es posible ubicar fotos en actos públicos y reuniones con voceros de grupos de interés.

Su más reciente participación pública fue en la sede Guayana de Universidad Católica Andrés Bello, en Ciudad Guayana, donde ofreció una conferencia, el pasado 26 de septiembre, sobre la libertad de prensa que tuvo una amplia cobertura de los medios.

Keiderling nació en República Dominicana, de padre estadounidense y madre boliviana. Se declara fanática del beisbol. En Grandes Ligas sigue a los Cachorros de Chicago y en Venezuela se ha definido como seguidora del equipo Leones de Caracas.

Este es su perfil oficial publicado en la página web de la embajada en la capital venezolana.

“Kelly Keiderling ingresó al Servicio Exterior de los EE.UU. en 1988. Sus primeras asignaciones fueron en Lusaka, Zambia, donde se desempeñó como funcionaria subalterna y en Addis Abeba, Etiopía, como Consejera Adjunta de Asuntos Públicos.

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Luego fue asignada a la Embajada de EE.UU. en Santo Domingo, República Dominicana, para asumir el puesto de Agregada Cultural. Después de recibir adiestramiento para el dominio del idioma ruso, se desempeñó en Biskek, Kirguistán, como Consejera de Asuntos Públicos.

En su siguiente asignación en Gaborone, Botsuana, también fungió como Consejera de Asuntos Públicos. Su primera asignación en Washington en el Departamento de Estado fue como funcionaria a cargo de asuntos de Panamá en la Oficina de Asuntos Centroamericanos. Mientras estaba en Washington, también se desempeñó como Directora Interina Adjunta de Asuntos Centroamericanos durante un año y luego como Funcionaria de Diplomacia Pública para asuntos del Caribe durante un año.

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Posteriormente trabajó en La Habana, Cuba, como Consejera de Asuntos Públicos en la Sección de Intereses de EE.UU. Después de un año de estudios de posgrado en la Universidad de la Guerra Nacional en Washington, DC, fue asignada a Chisinau, Moldova, como Ministra Consejera en la Embajada de EE.UU.

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Recientemente, trabajó como directora de gabinete de la Oficina de Irak del Departamento de Estado durante un año y pasó otro año como Coordinadora de Asuntos relacionados con Idiomas en el Buró de Recursos Humanos. La señora Keiderling fue asignada a Caracas, Venezuela, desde julio del 2011 como ministra consejera, y temporariamente es la encargada de negocios.”

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CONTRALORA ADELINA GONZÁLEZ EXPLICÓ TODO LO QUE UD. DEBE SABER SOBRE LA LEY HABILITANTE

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La contralora General de la República, Adelina González, sostuvo este domingo en el programa José Vicente Hoy, que sí alguien está legitimado para solicitar una Ley Habilitante para luchar contra la corrupción “ese alguien es el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro”.

González aseguró que la solicitud del Presidente de crear una Ley Habilitante para este flagelo “no es un capricho”, es un factor determinante para el proceso de cambio y el desarrollo del país.

“La Ley Habilitante es para luchar contra la corrupción sea en el sector que sea, es una lucha frontal caiga quien caiga”, afirmó.

Dijo que el primer contralor del país es el mandatario, citando el artículo 236 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el cual expone que él es el administrador de la hacienda pública nacional.

Asimismo indicó que el esfuerzo para combatir la corrupción está creciendo, desde las instituciones hasta el ciudadano común, quien se está incorporando y se atreve a ir a un órgano de control. “Antes nadie se atrevía, ahora tenemos personas preparadas para luchar contra la corrupción”, enfatizó.
Por otra parte agregó que los ataques hacía la Contraloría, además de obedecer a un interés político, forman parte del desconocimiento de la función y del accionar de este órgano.

Explicó que desde el año 2000 el ataque hacía la Contraloría “fue feroz” porque llegaron a cambiar todos los esquemas que existían. La Ley Orgánica de la Contraloría General de la República y del Sistema Nacional de Control Fiscal no solo comprende órganos de control fiscal sino una superintendencia de auditoría interna, además señala que “las máximas autoridades y niveles jerárquicos y gerenciales de todas las estructuras administrativas y los ciudadanos son auditores del sistema de control”.

La contralora destacó que las campañas de desprestigio en los medios de comunicación contra este órgano, el Ministerio Público, el Poder Judicial, entre otros, constituyen un ataque directo a las instituciones.

Explicó que la Contraloría trabaja conjuntamente con la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, los organismos regionales y municipales, además de las unidades de auditoría interna, contando así con 12.427 servidores públicos.

Finalmente reiteró que desde el año 2000, mil 296 servidores públicos han sido sancionados con inhabilitación, destitución y suspensión, y de esas sanciones se encuentran 243 vigentes.

(Correo del Orinoco)

JVR considera deprimente críticas de la oposición al viaje de Maduro a China

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La posición adoptada por dirigentes de la oposición venezolana ante el viaje del presidente de la República, Nicolás Maduro, a China para afianzar las relaciones estratégicas con esa nación asiática, es otra muestra de “la política que siempre apuesta al desastre”, sostuvo este domingo el periodista y político venezolano José Vicente Rangel, posición que consideró deprimente.

“El contraste entre el cumplimiento de las tareas que benefician a los venezolanos y la miseria de una oposición cargada de odio, y a la cual la suerte del país parece no importarle, es elocuente”, manifestó, al tiempo en que añadió que ello “resulta suficiente para distinguir entre una política seria y responsable, y una política que siempre apuesta al desastre”.

En la primera visita de Maduro como Presidente de la República a la República Popular China se suscribieron 12 acuerdos en diferentes áreas, incluido un nuevo tramo de financiamiento para el Fondo Conjunto Chino-Venezolano; la constitución de una empresa mixta para el desarrollo del Campo Junín 1 de la Faja Petrolífera del Orinoco (FPO); un convenio para la elaboración del mapa minero del país suramericano, y la ingeniería y estudio de factibilidad para el desarrollo de la mina de oro Las Cristinas, ubicada al sur del estado Bolívar.

Con todos estos “éxitos políticos, económicos, financieros, se completa un cuadro altamente positivo” para el pueblo de Venezuela y que “presagia logros aún mayores”.

Mientras tanto, añadió, la oposición venezolana y sus líderes partidistas ante estos logros “ha sido, como siempre ocurre, deprimente y, en el fondo, ridícula”.

AVN/La Radio del Sur

JVR: Pistas clandestinas usadas por irregulares en la Guajira colombiana son toleradas por autoridades de ese país

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En la Guajira colombiana existen pistas clandestinas, toleradas por las autoridades colombianas, y usadas por grupos irregulares para el tráfico de drogas y armas hacia Venezuela, señaló este domingo el periodista y político José Vicente Rangel en la sección Los Confidenciales, de su programa dominical José Vicente Hoy, transmitido por Televen.

Dijo que esto se pudo conocer a raíz de información obtenida a través del satélite Landsat. “Se pudo conocer que la Fuerza Armada colombiana mantiene operativos en diferentes regiones de ese país para desactivar pistas clandestinas usadas por grupos irregulares, paramilitares y narcotraficantes”, con excepción de algunas pistas situadas en la Guajira colombiana, que son utilizadas por los grupos irregulares para “para trasladar droga a Venezuela”.

“Algunos grupos paramilitares hacen uso de tales pistas para el tráfico de armas y de drogas con la tolerancia, descarada, de las autoridades colombianas”, añadió.

Aislamiento político

Rangel afirmó que el ex presidente colombiano Álvaro Uribe se encuentra en un aislamiento político, del que no podrá salir aún con su candidatura al Senado.

“Una periodista colombiana, columnista de la revista Semana, de Bogotá, María Jiménez, en artículo titulado Si yo fuera Uribe, escribió lo siguiente: Si yo fuera el ex presidente Álvaro Uribe no me metería a encabezar una lista en el Congreso, así tuviera todas las de ganar. Y no lo haría porque existe una alta posibilidad de que salga pringado”, señaló Rangel.

Indicó que la periodista colombiana explicó que “por primera vez resultan sospechosos sus estrechos vínculos con personas a las que se le relaciona con el paramilitarismo, como Pedro Juan Moreno, el general Rito Alejo del Río y Noguera, el director del DAS, entre otros”.

“Una cosa es defenderse de estas acusaciones como ex presidente, teniendo el poder de intimidación que le confiere la investidura, y otra muy distinta, dejándose manosear en el Congreso como cualquier otro parlamentario. Por eso digo que si yo fuera Uribe me quedaría tranquilo donde estoy, lejos del fuego”, escribió la periodista colombiana, citada por Rangel.

AVN